lunes, 28 de julio de 2025

Cincuenta Vueltas al Sol: Crónica de un Chapín con Ganas de Gozar

A cinco días de cumplir medio siglo, escribo esta crónica con la certeza de que la vida, aunque a ratos cansa, también se celebra. Cumplir 50 en Guatemala no es cualquier cosa: es como ganarse un premio por sobrevivencia entre baches, gobiernos ladrones, comida deliciosa, y una sobrepoblación que parece torneo de TikTok sin fin. Pero aquí estoy. Vivo, con canas bien ganadas, historias acumuladas, y una chela oscura en la mano. No tengo hijos, y para ser honesto, no me hacen falta. En lugar de eso, tengo lomitos-Pets: tres adorables bestias de cuatro patas que me dan amor, pelos en la ropa y una razón diaria para reír (dame un grrr). Porque si de cuidar se trata, prefiero que me despierten los lengütazos de mis perros que los gritos de un adolescente problemas hormonales. Respeto a quienes eligen la crianza humana, pero lo mío es la crianza canina y la libertad. He vivido estos años en un país tan hermoso como descabellado. Guatemala: la tierra del quetzal, los volcanes activos, las tortillas con sal y los congresistas sinvergüenzas. Hemos pasado de los cassettes al Spotify, de las guerrillas a los reels, y de las marchas por la paz a las marchas por likes. Y aunque la historia parece repetirse más que novela de canal nacional, uno sigue aquí, echándole ganas, porque la vida es para eso. He perdido amistades, he ganado otras, algunas han cambiado tanto que ya no nos reconocemos. Y a veces me doy cuenta de que crecer también es aprender a despedirse, a soltar, a dejar de responder el “¿cuándo nos vemos?” con una mentira piadosa. Porque la verdad es que, a estas alturas, uno solo quiere paz, buena comida, buen trago y menos drama. Y no, no planeo durarles mucho. Pero mientras esté aquí, pienso vivir sabroso. Bailar en chanclas, beber buena cerveza, reírme hasta que me duela la panza y si se puede, dejar una que otra frase inolvidable, aunque sea en un posavasos de bar. La vida es breve, como los gobiernos honestos, así que a gozar se ha dicho. Y sí, a veces me pregunto si todo esto vale la pena. Pero luego veo un amanecer desde un volcán, o escucho a mis perritos roncar después de jugar, y me doy cuenta de que sí. Que cada broma, cada trago, cada amor, cada cicatriz... valen. Porque si a los 50 no celebrás, entonces ¿cuándo? Post Data: Si llegaste hasta aquí, te invito a brindar por la vida, por los que están y los que ya no, por lo que fue y lo que vendrá. Y si me ves por ahí celebrando, no me digás "feliz cumpleaños"... decime: "¡Salud por seguir jodiendo, viejo legendario!"

viernes, 4 de julio de 2025

Gritamos más los goles que la corrupción (y sí, sobrevivimos... pero con cara de meme triste)

En Guatemala, se grita más un gol que un acto de corrupción. Lo comprobé la semana pasada cuando la selección nacional, esa misma que ha sido víctima de más rechazos que una cita de Tinder mal editada, metió un gol al minuto 87. Hubo pirotecnia, gente abrazándose como si hubiera nacido el hijo pródigo, y uno que otro llorando con la camiseta puesta y el corazón lleno de ilusión... ilusos. Mientras tanto, el mismo día, 200 empleados fuimos despedidos por la empresa donde trabajábamos. ¿Hubo lágrimas? Sí. ¿Abrazos? Algunos, entre los que todavía creían que iban a recibir su finiquito completo. ¿Marchas? No. ¿Noticias en prime time? Tampoco. Porque en este país, perder el empleo es casi como quitarle una cáscara a un banano: parte del desayuno. Y claro, cuando te quedás sin trabajo, lo primero que escuchás es: “¿Y por qué no entrás a un call center?” Como si eso fuera la solución mágica al desempleo. Señores: ¡los call centers ya no son lo que eran hace 20 años! Hoy, hablar inglés es un lujo que no alcanza ni para pagar Netflix compartido. Te explotan, te pagan con lo justo, y encima quieren que sonrías como recepcionista de clínica dental. ¿Y tu familia? En lugar de apoyo, muchos solo aportan envidia disfrazada de consejos. “Si hubieras estudiado otra cosa…” “Con ese carácter quién te va a contratar…” Y uno solo respira hondo, se traga el orgullo y sigue, porque en Guatemala, más que vivir, uno sobrevive con sonrisa de catálogo y paciencia de santo en procesión. Eso sí, hay que tener cuidado: hay narcos en cada esquina, y eso ya es más normal que ver mototaxis sin placas. A algunos los mantiene el polvo blanco, a otros la pobreza digna, y al resto… el pisto ajeno. Y mientras tanto, las chamuscas siguen. ¡Cómo nos gusta una buena patada en la espinilla mientras gritamos por una selección que nunca va a un Mundial, pero sí a todos los bolos de la zona! Los únicos beneficiados: los dueños del canal y la empresa de cerveza nacional. Salud. Y ni hablar de las siglas que parecen sopa de letras: LGT…Q…+, que al final ni elles saben qué quieren o dónde van. Yo solo sé que quiero una mujer con ovarios, cabeza y autoestima, no alguien que se vista según el algoritmo de TikTok. Pero aquí estamos. Navegando con bandera de pendejo, riéndonos de nuestros problemas porque llorar no deja propina. Vivir en Guatemala no es un privilegio; es una prueba de resistencia emocional. Y aun así, aquí seguimos: con el alma desgastada, el hígado entrenado y una sonrisa hipócrita para sobrevivir al próximo día. Postdata: Si algún día el desempleo se transmitiera por televisión, seguro tendría menos rating que un debate político. Pero mientras tanto, a seguir fingiendo que estamos bien… y esperando que algún día nos toque gritar algo más que un gol.

Spoiler: No Estamos Preparados para Esto

Cuando alguien lanza una frase que revuelve hasta al chapin creyendo que algun dia llegaruemos a un Mundial, lo primero que hace es abrir un...