miércoles, 24 de septiembre de 2025

Guatemala: la tragicomedia de madrugar y sobrevivir

Dicen que madrugar es de sabios, pero en Guatemala madrugar es simplemente empezar más temprano la tragicomedia nacional. Caminás por las calles y lo primero que notás no es el sol naciente, sino la montaña de basura que parece haberse reproducido por obra y gracia del Espíritu Santo. Y no, no fue un basurero municipal el que reventó: es la cultura de "que lo recoja otro". La indiferencia empieza desde ahí, desde la cáscara de banano tirada al suelo hasta el ministro que se roba medio presupuesto como si estuviera recogiendo monedas en la calle. La gente también tiene lo suyo. Cada quien en su mundo, peleando por meterse primero en el Transmetro, insultando al prójimo desde el carro, o simplemente empujando como si de eso dependiera ganar la Champions. La empatía brilla por su ausencia, y si aparece, debe ser porque alguien la vendió al mejor postor. Y de los políticos… ni hablar. Los "mierdatarios", esos genios del parasitismo tropical, viven del país como garrapatas de perro callejero. Siempre con discursos reciclados, promesas nuevas de carreteras que nunca se construyen y aeropuertos que parecen más terminal de bus que puerta al mundo. El nivel de podredumbre es tan alto que uno ya no sabe si reír o llorar, así que optamos por la comedia: reírnos para no morirnos de cólera. Por fin conseguí trabajo, pero más que empleo parece condena. A veces pienso que el término "negrear" tiene más actualidad que nunca: trabajar como mula para apenas sobrevivir. Claro, siempre con la sonrisa hipócrita de "todo va bien", mientras los jefes celebran su enésima reunión improductiva con café gratis y aire acondicionado. Al final, trabajar o no trabajar parece lo mismo: una vida sin rumbo claro, donde la única constante es el caos. Y entonces, ¿qué queda? Pues como diría Miguel Angel Asturias: “En Guatemala solo borracho se puede vivir”. Porque es la única manera de anestesiar la mente frente al tráfico eterno, la corrupción hereditaria y la eterna sensación de que aquí el futuro no existe. Huir parece opción, aunque en el extranjero te vean como exótico souvenir chapín con historias de volcanes y marimbas, mientras uno carga la nostalgia del caos que al mismo tiempo se odia y se extraña. Al final, Guatemala es eso: un stand-up de la vida diaria, una tragicomedia donde el público se ríe, pero los actores lloran por dentro. PD: Y si a alguien no le gusta lo que digo… pues me pela la verga.

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