Conforme fuentes históricas, poco conocidas
por ocultación deliberada, la llamada
URNG, que aglutinó a la insurgencia, lanzó una ofensiva con tres ejércitos, que
sumaron cerca de millón y medio entre combatientes y civiles de apoyo
–creyentes en la causa, otros engañados y los más, amenazados. Esto más un
moderno arsenal de origen soviético -armas, municiones y explosivos- que llegó
a la misma capital del país esperando lograr un levantamiento popular, inspirado
en el modelo cubano, con la idea de hacerse del poder político y económico,
como pasó en Nicaragua.
La ideologización fue, en los últimos
cuarenta años muy intensa. En los últimos quince, con ayuda de organizaciones
no gubernamentales especialmente de Europa, se insistió en la muerte de más de
300, 000 guatemaltecos, lo que preparaba el terreno para la búsqueda de que un
tribunal decretara una sentencia por genocidio. Un historiador independiente,
que investigó a las víctimas del conflicto, determinó que las víctimas fueron
menos de cuarenta mil guatemaltecos en esos 36 años. Otro elemento de esa
ideologización ha sido llamar al conflicto “guerra” o “guerra civil”, cuando
los guatemaltecos sabemos que nosotros mismos, jamás tomamos las armas. El
diccionario de la Real Academia Española de la lengua define guerra civil como
“1. f. La que tienen entre sí los habitantes de un mismo pueblo o nación.”, lo
que supone que involucra a toda la población.
Y eso fue falso en el caso de Guatemala. De
otra manera habría sido fácil presenciar un levantamiento popular, como se dio
en La Habana en 1959, y años más tarde en Managua, cuando Somoza fue derrocado.
El New
York Times del 18 de julio de 1982, publicó que Ríos Montt habría dicho a
una parte de población indígena, “si están con nosotros, los alimentaremos; si
no lo están, los mataremos”. La
evidencia demuestra que prefirieron dejar de militar para la guerrilla, al
menos en Quiché, donde el ahora condenado por genocidio, o su fenecido partido
político, ganaron muchas sino todas las elecciones. Mientras que la URNG ha
obtenido un muy pobre resultado electoral. Al igual que nuestra Premio Nobel de
la Paz, Rigoberta Menchú Tum. Es necesario, pues, pensar. Y decidir una
postura, ahora que parecen avecinarse tiempos tormentosos.
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