miércoles, 30 de abril de 2008

Un panier de crabes …

Usted ha oído la historia durante años. La vieja fábula de las dos ollas de cangrejos, en la que cada olla representa a algún país. La idea es mostrar las diferencias de actitud de la gente.
En la olla en la que los cangrejos japoneses han sido puestos a cocer, de inmediato hay una reunión en la que todos se ponen de acuerdo para ayudarse mutuamente y salir de la olla, lográndolo por medio de la cooperación entre todos. Por el contrario, en la olla en la que los cangrejos centroamericanos han sido puestos hay peleas y desacuerdos, lo que da tiempo al agua para irse calentando. Los cangrejos que intentan salir lo hacen individualmente y al hacerlo son jalados de nuevo hacia adentro con envidia por otros cangrejos.
La historia es famosa y conocida, pero creo que es incompleta. Le falta la tercera olla, la de los cangrejos guatemaltecos que no quieren salir.
Tanto en la primera como en la segunda olla, los cangrejos tienen la intención de salir, y saben que hay algo allá afuera, que es mejor que el lugar en el que están, saben que si permanecen en la olla morirán y que si salen vivirán. La diferencia entre las ollas es la forma de pensar de los cangrejos. Unos cooperan para lograr salir y otros lo intentan individualmente, entre cangrejos envidiosos que se los impiden.

Sociedad del CangrejoEn algunos documentos de la dinastía Tang, en la China Imperial (siglo VII D.C.), puede observarse que la ideografía del cangrejo representaba el concepto de "ladino", algo muy cercano al ruin y falso "pícaro" en su matiz más peyorativo, a quien nosotros llamaríamos generosamente "vivillo". Algunos atribuyen tal interpretación al hecho de que este crustáceo jamás puede caminar derecho, para adelante; en efecto, sólo lo hace de costado, lo que también pone en tela de juicio su genuina capacidad de avanzar. Por otra parte, la innata agresividad del cangrejo fue captada hace siglos por la medicina, para denominar una terrible enfermedad: "carcinoma" deriva de "cáncer", que significa "cangrejo" en latín, con raíz en el griego kárkinos, que indica también tenazas e instrumentos de tortura. Dícese que todo ello representa la ferocidad de los tumores malignos, que suelen tener un núcleo central y extensiones a manera de patas y que se enganchan firmemente en los tejidos que los circundan. A pesar de su polémica reputación, el cangrejo es apreciado tanto como alimento humano como para carnada. Es por ello que los pescadores han desarrollado, a lo largo de toda la historia, una habilidad específica para capturarlo. Enseña el conocedor más avezado que un curioso fenómeno se produce al atrapar cangrejos: a medida que se los va colocando en el cesto correspondiente, ellos mismos impiden que alguno del grupo pueda escapar. Efectivamente -por torpeza, desorden o incontenible furia- lanzan por doquier fuertes picotazos con sus tenazas, haciendo descender a aquellos que están más cerca de lograr salir de la canasta. Finalmente, quedan los pobres cangrejos extenuados en el fondo del recipiente (en Francia existe la vieja expresión un panier de crabes ("un canasto de cangrejos"), sin otro destino que el de sucumbir.

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