Mi línea de opinión es liberal y abierta, comprometida con expresar ideas con honradez y convicción. He colaborado en espacios como Revista Crónica, El Quetzalteco, Siglo XXI y La Voz de Xela. Actualmente escribo de forma independiente, con total libertad, lejos de tartamudos mentales o aduladores de turno. Me dirijo a quienes realmente valoran la lectura honesta, directa y sin filtros.
miércoles, 17 de julio de 2024
El despilfarro es la cusha de Guate
La cusha es una bebida alcohólica típica de nuestro país, pero durante más de 39 años la partidocracia nos ha llevado a escoger siempre al que consideramos el menos peor, pero la corrupción y el despilfarro de los fondos públicos ha sido descarado. Parece que la democracia está secuestrada por delincuentes en el poder. Quiero dejarles claro que ningún político me representa (solamente fueron dos durante mis 48 años de vida Suger y Mario Garcia), pero no ganaron por que sin el voto, los partidos políticos no son nada.
La realidad es que es necesario comprobar la actuación económica de los que manejan los caudales públicos para evitar el despilfarro, corrupción y una actuación que perjudica el patrimonio de todos. Atado a esto hay que tomar serias medidas en contra de todos estos inútiles al final del día porque la realidad es otra, no están por meritocracia sino por cuello o porque aportaron a la campaña política. Podemos darnos cuenta con un pueblo de 17 millones de habitantes no tenemos un polideportivo o estadio para el futbol o para conciertos de música y mucho menos carreteras dignas para que realmente den ganas de “pagar” el impuesto de circulación y así se divulgan otros muchos supuestos o casos.
La prodigalidad de la Administración Pública en el manejo de sus bienes y derechos generalmente se debe a una gestión desordenada dándose lujos que, si fueran una empresa privada ya hubieran quebrado. Todo nace de un planteamiento muy poco ético y hay que evitarlo con el máximo rigor, desde los medios de comunicación hasta el monstruoso Estado con sueldos millonarios. Se ha dicho equivocadamente que el dinero público no es de nadie, pero, por el contrario, es de todos. Se tiene que enseñar a los niñ@s a cuidar el patrimonio público, desde pequeños detalles como apagar la luz del aula cuando salen de la escuela, pero ya todos sabemos que en su mayoría les pela. Lo cierto es que la resiliencia de una infancia infeliz no determina la vida. Tenemos que proteger lo que es de todos los ciudadanos como si fuera el patrimonio privado, sentido social muy arraigado en las sociedades más avanzadas y no tanto en otras.
El despilfarro se advierte nítidamente en algunos gastos de representación y de protocolo, muchos resultan suntuosos y carentes de fundamento, utilizar aviones para cortas distancias, comidas en restaurantes de lujo, gasto exagerado de vestuario, excesos que están sometidos a un control denominado “suave”. Suele decirse que este despilfarro no resulta comparable con otros de envergadura, que es “el chocolate del loro” o “Las cosas claras y el chocolate espeso”, si bien produce indignación entre los ciudadanos y no sólo es preciso ocuparse de grandes gastos, todo exceso tiene que ser objeto de control y además tenemos que llamar cada cosa por su nombre.
Todos los días se divulga algo sobre el abuso en los cargos públicos por el pago de cantidades, desde autos, comida, fiestas, uso inapropiado de policías y en fin de casos que parece para un Estado al estilo prostíbulo con el dinero de todos, malgastándolo y al final sólo los ciudadanos honrados estamos bien jodidos como siempre. La mayor amenaza a la democracia no es lo que piensan los políticos asquerosos que han pasado sino “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, Simón Bolívar. Muchos sugieren que la amenaza a la democracia guatemalteca surge, al menos en parte, de la pésima información: la gente sobreestima la amenaza a la democracia proveniente de un mal manejo de la economía o posiblemente un mal empleo y, como resultado, está más dispuesta a subvertir defensivamente las normas democráticas o mejor dicho, no hacerle caso y seguir viendo TV o su serie favorita. Además, la democracia está alimentada por la hipérbole.
Los relatos exagerados sobre la propensión de la otra parte en abusar de su poder movilizan a los votantes, grupos “populares”, organizaciones indígenas y muchas hasta ayudan a ganar elecciones. La libre competencia política puede recompensar precisamente el tipo de retórica que distorsiona las percepciones de los votantes sobre el partido contrario y, en primer lugar, reduce el apoyo a las barreras necesarias para sostener la libre competencia política. Pero al final existe una libre competencia política tan libre que hasta elegimos al más idiota de todos.
P.D. La muerte le pregunta a la vida: ¿Por qué a mi todos me odian y a ti todos te aman? La vida responde: porque yo soy una bella mentira y tú eres una triste realidad.
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