Mi línea de opinión es liberal y abierta, comprometida con expresar ideas con honradez y convicción. He colaborado en espacios como Revista Crónica, El Quetzalteco, Siglo XXI y La Voz de Xela. Actualmente escribo de forma independiente, con total libertad, lejos de tartamudos mentales o aduladores de turno. Me dirijo a quienes realmente valoran la lectura honesta, directa y sin filtros.
lunes, 11 de agosto de 2025
Cuando Guatemala deja de pensar por vos
En Guatemala, limitar el pensamiento ya es deporte nacional
En plena era digital y con el café chapín corriendo por las venas desde el amanecer, parece que acá hemos inventado una nueva forma de discriminación: impedir que la gente piense. Pero ojo, no es una restricción burocrática al puro estilo “no podés pensar”, sino ese silencio sofisticado que nos hace asentir sin chistar—como si hablar fuera pecado.
Imaginate el escenario: el vecino comparte un meme o una frase en redes, las botas tac-tac tac hipótesis por ahí, y a nadie se le ocurre cuestionar nada. Porque en serio, ¿pa’ qué pensar si ya hay alguien con más followers que vos diciendo la “verdad”? Acá se pone de moda el “pensamiento en piloto automático”, esa rutina donde opinar ya no es un acto voluntario; es casi obligatorio que el discurso fluya por el carril acostumbrado.
Por ejemplo, decís algo medio diferente—como si Guatemala mereciera un cambio de verdad— y zaaas: “¿qué ganas vos con eso?” Te etiquetan de “revoltoso”, "resentido" o “idealista”. Otro te dice “ya te van agarrar un Tsunami, calmate”. Y ahí entendés que mejor ni abrir la boca, porque pensar distinto equivale a tirarte del chiste.
Esto de limitar el pensamiento tiene su encanto: nos uniforma, nos hace parte del mismo chiste colectivo. Pero también nos amordaza, nos frena. En un país donde se presume que somos gente viva y conversadora, acabamos en versión guatemalteca del síndrome de la amapola alta: si sobresalís, te tumban. Y si das ideas nuevas… calladito mejor.
¿Y quién lo hace? No es alguien en particular, sino una cultura entera que valora el “seguimos lo de siempre” sobre “hey, chequéalo primero, quizá tenga sentido”. Censura no es prohibir palabras, es un adormecedor social que nos dice “pensar afuera de la caja no va a cambiar nada”.
P.D.: Quizá la única forma de revertir esto sea con sarcasmo, memes incómodos, y dos o tres preguntas que incomoden tanto que la gente ya no pueda dormir… y empiece a pensar. Y si no, aguántate, porque el mayor acto de rebeldía en nuestro país puede ser simplemente...pensar distinto!
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